miércoles, 3 de octubre de 2007

Fell, o el reencuentro con Warren Ellis

Da gusto cuando un autor cuyas últimas obras no acaban de convencerte te sorprende agradablemente. Si la obra en cuestión es la que menos esperas, el gusto es doble. Señores: Fell. Fell: unos amigos.
Cuando el planteamiento es sencillo -un policía es trasladado a una ciudad inhóspita, donde intenta hacer méritos- tiene que brillar la ejecución. Como serie no coral, es crucial que el protagonista sea atractivo, complejo, tridimensional. El planteamiento "recién llegado a entorno hostil" exige una ciudad creíble, capaz de evocar esa sensación de peligro y dureza. Los personajes que la pueblen tienen que ser acordes a esa idiosincracia. Finalmente, un policíaco basado en los misterios vive o muere según la solidez de su trama; uno que juegue al género negro depende mucho más de la atmósfera adecuada. Todos esos elementos los orquestan Warren Ellis y Ben Templesmith en los primeros 8 números de esta serie.
Dos eran los peligros que tenía este equipo al plantearse esta serie. Ellis es conocido por dejarse llevar por sus tics, temas recurrentes y fetiches favoritos. En su extensa producción se encuentran una y otra vez, llegando a repetirse en cosas que en el pasado hizo mucho mejor. Le gusta en particular el personaje de "cabrón inglés": malhablado, verborreico, violento, fumador, cínico pero en el fondo idealista. Es fácil entender mi miedo a que si este señor se encargaba de una serie con este planteamiento acabara degenerando en una autoparodia. Templesmith por su parte es de la escuela de Sinkiewicz, McKean y, especialmente, Ashley Wood, dibujantes-coloristas que ponen el conseguir una ambientación capaz de transmitir sensaciones por delante del realismo o la claridad. El caso de este último es el más sangrante, con algunos tebeos que podríamos describir como "manchitas grises y ocres de las que salen bocadillos", o "muy atmosférico pero de atmósfera cargada de smog". ¿Ciudad oscura, llena de humo, lluvia y basura? Peligro.
No se si fruto de una especial lucidez respecto a los defectos propios o de la sinergia que se da en los mejores cómics, ambos esquivan estos obstáculos. Rich, el protagonista, es básicamente un buen tipo. A veces se deja llevar por todo lo malsano que le rodea y aflora una vena sádica, puede ser un listillo con demasiado aprecio por el sonido de su voz, y a veces la caga; pero caminando siempre entre el héroe indiscutible y el cabrón amoral, entre el perdedor y el irritante personaje-trampa al que el escritor dota siempre de la voz de la razón, al final es un personaje agradable de leer. Entre los secundarios de todo, hay espacio para alguna de las parodias con voz típicas de Ellis y también para gente más normal dentro de la rareza de esta serie. Y es que no hay que engañarse, por las páginas de Fell desfilan personas y casos extravagantes, anormales y repugnantes, de los que suceden en la vida real pero no se reunen en una misma ciudad más que en las mentes de los creadores más enfermas. El dibujo logra ese difícil equilibrio: vecindarios grises de edificios industriales, procedimientos policiales cutres, abandonados, gigantes y enanos, viejos, vagabundos y deformes, todos expresivos pero todos identificables, con una paleta que combina colores apagados que se funden en una masa con pinceladas de tonos brillantes en un contraste muy efectivo.Si el planteamiento es el adecuado, no lo es menos el desarrollo. Usan una ferrea cuadrícula y no caen en excesos: cada viñeta, cada bocadillo, es una unidad plena de contenido y un golpe en el ritmo de la historia. No podía ser de otra manera, con capítulos de 16 páginas. Sortean enseguida la fórmula del "caso bizarro-investigación", aunque no se permiten la indulgencia de dedicar un episodio entero a subtramas personales: el caso siempre aparece con una piel u otra, y aun con distintas presentaciones se establece un equilibrio entre argumento y desarrollo de los personajes. Una pena que el TPB americano no traiga los materiales adicionales sí incluidos en los comic-books, tema del que la señora Internet y yo nos hemos ocupado rápidamente.
Más allá del análisis de qué funciona y que no, lo que queda es un cómic adictivo pero intenso, conciso y a la vez arriesgado y en el que todas sus partes cumplen la función de sacar adelante el conjunto. Cinco Triquis Monstruo de las galletas Monstruo de las galletas Monstruo de las galletas Monstruo de las galletas Monstruo de las galletas.

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