jueves, 6 de septiembre de 2007

Caótica Ana

Siempre me preguntan porque los españoles nos cagamos en todo, y cuanto más gordo mejor. Gracias, Medem, oh estudioso del alma humana.
Rebusco tras ver la película en internet y encuentro una simpática descripción: Fábula feminista sobre la tiranía del hombre blanco. A veces me pregunto si la gente, cuando ve películas, las mira. La tiranía del hombre blanco supongo que se refiere a la historia que sucede en una reserva india de Arizona, historia con la que comienza el peregrinaje por otras vidas y que acaba en la muerte de una mujer saharaui por disparos marroquís.
Caótica Ana es una fábula, pero el mensaje que lanza llega mucho más allá de lo que un visionado superficial da a entender. Mujer=fuente de vida, hombre=fuente de guerra. Hasta panfletos misticotribales llegan a este esquema. Como decía La Costa Brava,
incluso el más cínico puede apreciar
la belleza de las cosas simples

Si algo me demuestra Medem con esta película es que no hay que confundir sus excesos paisajísticos y el tono poético-o-algo que es marca de fábrica con una falta de sustancia. No tiene un pelo de tonto cuando recalca que esos hombres son terribles mientras llena la película con secundarios masculinos que es imposible odiar. Bombardea el feminismo de mesa de cafetería cuestionando al personaje más falsamente liberado y a la vez más entrañable, porque una fábula no tiene porque ser moralina intravenosa. ¡Mis hijos serán hombres buenos! define su visión de qué hay de cierto y de equivocado en esa dualidad. Esta es una historia sobre mujeres que habla tanto o más sobe los hombres. En el fondo son mucho más que el sexo masculino hecho hueso y carne.
Os recomiendo que vayáis a verla, no solo para poder decirme que no tengo ni idea sino porque tiene todos los ingredientes que hacen a Medem Medem: buen guión, fotografía impecable, interpretaciones estupendas. La protagonista es todo un descubrimiento. Novata Manuelita: cualquiera lo diría. Una Emma Suarez para el nuevo siglo. Por otro lado es su película más inequívocamente fantástica. A la mitad me parecía estar viendo una de Amenabar: el elemento extraño choca con la realidad, no se difumina como pasaba en Lucía y el sexo o, más claramente, en Tierra. No lo maneja tan bien como éste, la historia avanza a trompicones cuando se pone en plan expositivo y la última escena es lo más bizarro y discordante que he visto en el cine desde el bailecito setentero de Spider-man 3. Aún así la película se devora, más que avanzar fluye en cuanto deja que el personaje central tome las riendas del argumento.
Le doy cuatro Gustavos Gustavo Gustavo Gustavo Gustavo. Y ahora me voy a ponerle un fax al Rey.

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